La conversación arrancó con bromas y afecto. Casciari dijo: “Una cosa es decir invitados, porque hemos invitado acá a pelotudos también, pero en este caso no: estamos con gente seria”. Hugo Paredero y Carlos Ulanovsky respondieron con sonrisas, anécdotas y una pila de libros.
La idea era sencilla pero poderosa: que sean parte de la sección “Rescates” de la revista, y que propongan, como cazadores de lo olvidado, textos perdidos del siglo XX. Trajeron piezas de Julián Gorodischer, de Osvaldo Soriano y hasta una nota de García Márquez titulada Visita al Papa. “Hay que bajarle la espuma al artista”, dijo Casciari en otro momento, mientras Ulanovsky defendía la importancia de las redacciones como escuelas de vida.
Contaron cómo, en los 70, en la redacción de La Opinión, se armaban tertulias memorables. “Gelman escribía poemas chuscos a máquina. Soriano leía los primeros capítulos de Triste, solitario y final”, recordó Ulanovsky. Paredero, en cambio, confesó: “No me gusta la redacción. Necesito silencio. Me gusta escribir solo”. Ese contrapunto se volvió una marca de su participación en la revista.
Entre los papeles que trajeron había joyas de Marcucci y hasta originales de Crónicas del Ángel Gris de Dolina. La metáfora más celebrada fue la de un texto de Marcuchi que notaba cómo “la Argentina se achica de noche”: cada vez las porciones eran más pequeñas en los bares. “Eso empieza en los 80 y no paró más”, dijo Ula.
Hubo una ovación silenciosa cuando se mencionó a Homero Alsina Thevenet, maestro de generaciones. También lo nombraron como figura posible para un futuro rescate extenso. “Homero era el único que se sentaba con los pasantes a leerles sus textos”, contó Ulanovsky.
La dupla entregó ya sus primeras notas, y la revista espera más. La conversación terminó con una promesa: seguir investigando, leyendo entre líneas y viajando al pasado para rescatar lo que todavía tiene sentido hoy. “Nos encanta buscar”, dijo Hugo. “Y si es para esta revista, más todavía”.