DESCARGAR

PUBLICADA EN

Televisión generosa

Escribe
El día que el primer esnob dijo que una comedia familiar era «una sitcom de grupo disfuncional urbano» estaba inaugurando los nuevos géneros. Lo dice Bernardo Erlich.

En estos días estuve viendo una maratón de Suits. Suits es una serie de abogados con una premisa improbable: un joven dotado con memoria fotográfica, que se dedica a falsificar exámenes, ingresa por accidente a una selección de asociados para un bufete enorme y termina trabajando para su abogado estrella. ¿Dónde radica la imposibilidad? En que el muchacho no es abogado. ¿Por qué entonces me paso horas viendo esta serie? Porque desde que terminó Boston Legal me quedé sin mi «serie de abogados que se divierten, son interraciales y a veces bailan».

Las «series de abogados que se divierten, son interraciales y a veces bailan» son uno de los nuevos géneros. Lo inauguró probablemente Ally McBeal, y pretende convencernos de que los abogados no son esas personas de corbata que nos extraerían el corazón del pecho con la mano desnuda, sino un alegre grupo de profesionales chispeantes, capaces de improvisar una coreografía en los mingitorios de la empresa.

Las series básicas de abogados, es decir, las de un perseguidor implacable de la verdad y la justicia, un poco inquisidor, un poco detective, empezaron y terminaron con Perry Mason. La gracia de Petrocelli era que construía su casa en los ratos libres. La desgracia de Longstreet, que se había quedado ciego. Sin saberlo, y de un modo casi natural, estábamos saliéndonos del molde e ingresando en los nuevos géneros.

House acaba de terminar, y la recordaremos como la mejor «serie donde se habla mientras se camina rápido por los pasillos». Es este un género nuevo que comenzó con The West Wing, en donde ni el portero de la Casa Blanca se quedaba quieto. La última en esta tendencia es Veep, la nueva sitcom de HBO, en donde Julia Louis Dreyfus interpreta a una vicepresidenta que accede a su cargo para descubrir que es un lugar inútil.

Pero Veep tiene otra doble pertenencia, ya que también forma parte de las «series de mujeres en cargos que antes no ocupaban», que inauguró Angie Dickinson con Mujer Policía y ocupó fugazmente Commander in Chief (con Geena Davis). Y el segundo grupo en el que calza Veep es el de las «series en las que van a fracasar los que hicieron Seinfeld», de las que ya tenemos varias en stock. Bob Patterson es George Constanza como abogado; The Michael Richards Show es Kramer como detective. Watching Ellie y The New Adventures of Old Christine: Elaine Benes en dos trabajos distintos y en una de ellas viviendo al lado de su ex. Por ahora solo se salva Larry David en Curb Your Enthusiasm, y ya reunió al cast de Seinfeld en la última temporada.

A este nuevo género al año siguiente le surgió un spin-off, que congrega a las «series en las que van a fracasar los que hicieron Friends», que también se reproducen como conejos y consisten en estirar el personaje en la soledad de otro contexto. En ese rubro tenemos a Mr. Sunshine, en donde Matthew Perry encarna al mánager de un estadio, después de ser cancelado interpretando un guionista de comedia en Studio 60. En The Comeback Lisa Kudrow interpretó a una actriz que tuvo un éxito fulgurante y luego su carrera se opacó, y para demostrar que la premisa era cierta en Web Therapy probó suerte como psicoanalista… y se emitió por internet. Dirt y Cougar Town son los dos intentos de Courteney Cox de estirar a Monica Geller hasta el infinito. Tuvieron que venir los ingleses a coproducir Episodes, para que Matt LeBlanc se recuperara del patinazo de Joey, en donde se dedicaba a demostrar que el personaje no era nadie si no estaba rodeado por los otros cinco. Prevenida sobre el flagelo de este nuevo género, Jennifer Aniston decidió dedicarse al cine.

¿Por qué aparecen estos géneros a partir de una serie exitosa? Porque generan un impacto fuerte, crean su propia audiencia y cuando terminan la dejan con hambre.

De esa abstinencia nacieron las «series que iban a ser la nueva Lost», a las que hay que verlas rápido porque las cancelan a la primera temporada. FlashForward amenazaba con ser un boom: durante dos minutos y diecisiete segundos la población mundial pierde el conocimiento y tienen una visión del mismo día, seis meses después. Lo que no alcanzaron a ver era lo confusa que se iba a poner la trama y la pronta cancelación. The Event es aún más desfachatada: empieza con un avión que va a chocar (¿recuerdan al Oceanic 815?) pero esta vez en un evento presidencial, para de golpe esfumarse y aparecer en medio del desierto. La serie tiene alienígenas cautivos desde hace cincuenta años en una prisión secreta, varios complots y poco. Y una sola temporada. En Awake un policía y su familia sufren un accidente automovilístico. A partir de allí Michael Britten despierta, alternativamente, a dos vidas distintas en las que, o está muerta su mujer, o está muerto su hijo. No alcanzó la analogía con los flashbacks de los náufragos: la cadena decidió matarla prematuramente. Alcatraz también transcurría en una isla: la de la conocida prisión. Durante una noche todos los presos desaparecían para reaparecer, igualmente jóvenes, en la actualidad, y se adivinaba una organización secreta detrás del misterio. Jamás sabremos cuál es la nueva Dharma: no habrá segunda temporada.

Para evitar esta muerte súbita por guiones confusos, un género didáctico es el de «series en las que se esconde que la trama es boba, subrayándola con un relato en off». La primera que recordamos es The Wonder Years, en donde la voz en off de Kevin Arnold adulto recordaba, melancólica y obsesiva, las aventuras de Kevin Arnold desde que era niño hasta la pubertad. Desperate housewives está hilvanada por la voz de la vecina muerta, cuyo cadáver nos habla… ¡durante ocho temporadas! Grey’s Anatomy y Scrubs, por su parte, son dos series de médicos narradas por los pensamientos en off de su protagonista. Lo curioso en este caso es que no sabemos cuál serie parodia a la otra. En How I Met Your Mother Ted Mosby lleva hartando a sus hijos en off, contándoles cómo fue que ya van siete temporadas y todavía no conoció a su madre.

Esta sofisticación de nuevos géneros comenzó cuando HBO puso al aire la primera de las «series de hijos de puta con los que uno se identifica»: Los Soprano, donde el capo mafioso Tony Soprano iba al psiquiatra para combatir los trastornos de ansiedad, pero a medida que la serie avanzaba Tony se ponía más viejo, más sabio y cruel y nosotros cada vez más incómodos por entenderlo. Qué decir de Dexter, nuestro asesino serial favorito: destaza como carnicero a la misma gente que nosotros queremos matar. O de Damages, donde Glenn Close es Patty Hewes, la abogada más terrorífica que hayamos visto en una serie. Y es tan peligrosa como personaje, que la seguimos viendo aún cuando las temporadas no han hecho más que empeorar. Vic Mackey en The Shield tiene un grado de corrupción y violencia que solo se acerca a la empatía y fascinación que nos produce. En Breaking Bad, al humilde profesor de química Walter White el cáncer, combinado con la crisis económica, lo transforma en un productor de metanfetamina cada vez más criminal y más seguido por los fans frente a la tele.

Pero a su vez Breaking Bad pertenece a otro nuevo género: «Series con enfermedades jodidas que parecen que se pueden pilotear». Cathy, en The Big C, se ve sorprendida por un cáncer terminal y eso le da el coraje para meter la libertad en su vida, mientras que Kelsey Grammer se saca a Frasier de encima para interpretar en Boss a un alcalde de Chicago con una enfermedad progresiva que lo acorrala en pleno ejercicio del poder, y que además seguirá ejerciendo con mano férrea.

La violencia y la fragilidad de estos nuevos personajes conllevan también un cambio en las modas. Así es como se ha reforzado otro género que ya hace mucho se venía insinuando: las «series con policías pelados».

Pareciera que el que trazó el perfil inicial fue Kojak, el detective griego de los setenta, que a falta de cigarrillos consumía chupetines. Pero esto viene de más atrás.

El implacable perseguidor de Richard Kimball, El Fugitivo, el teniente Gerard, tenía como actor a Barry Morse, un pelado con cara de científico loco. A Vick Mackey, de The Shield, también le brilla la calva. En Breaking Bad, el pelado Hank Schrader, cuñado de Walter White, encarna a un agente de la DEA que ni sospecha que su pariente es un narco. En NYPD Blue el que lleva la batuta es el sargento Andy Sipowicz, que compensa su pelada con bigotazos mejicanos. Al jefe de la división Fringe del FBI, Phillip Broyles, lo interpreta el hierático Lance Reddick, que ya venía pelado y policía desde The Wire, en donde su rol era el del incorruptible teniente Cedric Daniels. True Blood es una serie de vampiros, sí, pero su policía torpe y pelado es el actor Chris Bauer. El jefe de Mulder y Scully en The X Files, Walter Skinner, era un pelado misterioso como el resto de la serie.

Los nuevos géneros también llegan a los chicos. Hay toda una nueva tendencia de «dibujos animados cada vez más neuróticos y depresivos», que aprovecharon la puerta abierta por los Simpson y se fueron complicando cada vez más. Ren y Stimpy, un gato ñoño y un chihuahua al borde de la histeria, en un capítulo llegaban a llorar a Olorín, un pedo perdido. Duckman es un pato detective con dibujos casi cubistas, una familia freak y la voz de Jason Alexander. Beavis & Butthead son dos subnormales que, curiosamente, creó MTV para retratar a su audiencia adolescente, y acaban de arrancar con una nueva tanda de capítulos. South Park pinta la Norteamérica profunda con un guion tan puntilloso, que casi no les quedó tiempo para los dibujos, que parecen cartoncitos recortados. Ugly Americans, en MTV, muestra un New York del futuro habitado por humanos y monstruos, tan desesperanzador que dan ganas de volverse punk y gritar ¡no future!

En las comedias tienen mucho éxito las «series que se llaman con el nombre del personaje principal, pero en donde los graciosos son los secundarios». Quizá la más conocida sea Will & Grace, en donde una diseñadora de interiores comparte departamento con su amigo gay. De haber justicia debería haberse llamado «Jack & Karen», por el amigo de Will y la secretaria de Grace, que son los que dan vida a la sitcom. Justamente la actriz de Will & Grace había formado parte de la dupla de Ned & Stacy, una pareja de compromiso formada por una chica que no puede pagarse el alquiler y un yuppie en ascenso que necesita mostrar una esposa. Sin embargo lo más divertido de la serie era el matrimonio amigo de Ned, formado por Rico y Amanda. Con Frasier pasaba lo mismo. El personaje descollante no era el psicoanalista-locutor sino su hermano obsesivo y fóbico. Un focus group a tiempo habría determinado que la serie se llamase «Niles». ¿Y qué decir de la pareja que formaban el ejecutivo y la hippie de Dharma & Greg? La gracia estaba, justamente, en «Los padres de Dharma y Greg».

La industria, por otra parte, parece encapricharse con ciertos números. Debe circular un memo por ahí definiendo al género de «series donde los personajes se tienen que contar con los dedos de una mano». Sumemos: son cinco los integrantes del grupo de amigos de How I Met Your Mother, una pareja constituida y tres que se van y vienen relacionándose entre sí. En Party of Five la cosa estaba clara desde el título. El cast original de The Big Bang Theory está compuesto por los cuatro nerds y la rubia del departamento de enfrente. En Everybody Loves Raymond está el matrimonio de Raymond, el de sus padres y su hermano raro Robert. El grupo original de Mission Impossible eran cinco. Breaking Bad arranca con Walter White, su esposa, su hijo, su cuñada y el marido: otra vez cinco. En Bonanza, ni bien se quema el plano en la presentación, aparecen cabalgando los cuatro Cartwright, el padre y sus tres hijos. Pero apenas empiezan los capítulos aparece el cocinero chino.

Se me mezcla en la memoria Bonanza con El Gran Chaparral y Valle de Pasiones. Son tres westerns de familias que tienen un rancho, los hijos son varios, y tienen que pelear contra la intemperie, la injusticia o los indios. Así es como nacieron las «series que las van a volver a rodar con otra gente y van a hacer de cuenta que son distintas». En Kolchak: The Night Stalker, el protagonista es un periodista investigador de fenómenos paranormales, al que nadie le cree y toman por loco o paranoico. A lo mejor la vieron cuando se llamaba The X Files y en vez de un solo periodista se trataba de una pareja de agentes del FBI que investigaba fenómenos paranormales en una unidad secreta. A lo mejor luego la volvieron a ver cuando le pusieron de nombre Fringe y cambiaron a los actores de la pareja, que también investigan cosas inexplicables en una unidad del FBI.

Si hablamos de un médico malhumorado, que viste la peor ropa del mundo, trata mal a sus empleados, pero es un profesional riguroso, seguramente pocos recordarán a Becker, la comedia de treinta minutos que tenía como actor principal a Ted Danson. No le fue muy bien, así que años después la volvieron a filmar, esta vez en formato de una hora, le pusieron de título House MD y el resto ya es historia.

Toda la saga de Star Trek está incluida en el género «series en donde la gente no está loca y sin embargo le habla como si nada a aparatos inanimados». La Star Trek original, The Next Generation, Deep Space Nine, Voyager Enterprise nos han acostumbrado a la normalidad de un tipo diciendo a cada rato «computadora, infórmeme sobre tal o cual cosa». De modo que no nos sorprendió en absoluto cuando en Twin Peaks el agente Dale Cooper le contaba a su grabador de bolsillo qué incomparable era el café de Picos Gemelos o qué aire puro se respiraba en el bosque de abetos. O cuando Felicity Porter empezaba o terminaba el capítulo haciendo psicoanálisis con un grabadorcito similar.

Los nuevos géneros ayudan mucho a la hora de elegir una serie. Parece un catálogo complicado, pero en el fondo es más simple. Imaginemos que tenemos ganas de ver lo que antes se conocía como una «serie de guerra». Nos preparamos para una hora de aventuras, aquellas a las que nos tenía acostumbrados Combate, o de comedia, como nos mostraba M.A.S.H., cargamos la computadora o la tableta y nos encontramos con la interminable solemnidad de Band of Brothers. Si no nos advierten de que se trata de una «serie de guerra para que los adultos se aburran», ¿a quién elevamos una queja?

Así que, para ponernos de acuerdo, propongo que adoptemos esta nueva nomenclatura. Así podremos saber, en adelante, que cuando nos referimos a «series en donde hablan tan raro que hay que verlas sí o sí con subtítulos» estamos hablando de las inglesas. Y cuando aludimos a las norteamericanas, diremos «series con casas y autos que los personajes jamás se podrían pagar».

También te puede interesar

Una advertencia de

Como en cada número de Orsai desde el principio de los tiempos, el director de la revista escribe un único párrafo que pareciera ser en broma, pero es totalmente cierto.

Escribe

León Watzky, un fotógrafo en busca de inspiración, llega a Corrientes con la esperanza de capturar la belleza de su fauna. Sin embargo, el viaje toma un giro inesperado cuando conoce a Tabi, una mujer de belleza singular.

Escribe

En el tranquilo pueblo de Los Milagros, la vida parece transcurrir a un ritmo pausado- Sus habitantes, gente sencilla y creyente, encuentran consuelo en la fe y en las tradiciones. Sin embargo, bajo la aparente calma se esconde una historia oscura que se niega a ser olvidada.