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«Basura de los abuelos para tirar» — Editorial Orsai N7 T2

Escribe
Hernán Casciari
A la vez que se publicaba esta edición de Orsai, la pandemia mundial arreciaba y nosotros descubríamos que, además de libros y revistas, también podíamos hacer cine.

A veces escribo esta página tres para unos bisnietos jóvenes de ustedes que, a mediados del año 2061, encuentran este ejemplar en el sótano de una casa heredada, dentro de una caja llena papeles con un rótulo que dice: «Basura de les abueles para tirar». (Sí, los rótulos del futuro estarán escritos en inclusivo). Por lo tanto, si me permiten, voy a dirigirme a estos chicos —él diecisiete y ella diecinueve años— que están a punto de tirar este ejemplar al contenedor.

Joven curioso y muchacha despierta de 2061: antes de que se deshagan de este objeto piensen que, hace cuarenta años, vuestros bisabuelos estaban en medio de una pandemia horrible y, para no morir de espanto, compraron bonos para un proyecto de cine basado en un libro. Y oigan esto: lo hicieron sabiendo que las librerías y los cines estaban cerrados y no abrirían por mucho tiempo.

Vuestros bisabuelos (y otras dos mil personas cuyos nombres aparecen en las páginas 2 y 211 de este ejemplar) invirtieron en total seiscientos mil dólares en cuentas bancarias inciertas con una confianza poco habitual para una época en donde todos creíamos que el de al lado nos iba a traicionar.

Después convocaron a una directora y ella reunió a un equipo de gente talentosa para llevar adelante un proyecto que tus bisabuelos vigilaban día a día, como quien riega una planta. Era un tiempo muy incómodo en el que nadie podía reunirse en la casa de nadie ni salir a las calles.

Y fue así que tus bisabuelos se juntaban de manera virtual (con dos mil personas más) y tomaban decisiones sobre casting, sobre vestuario, sobre guion… Lo hacían desde los comentarios de un blog y sin gritar, en una época en la que costaba mucho decir algo en internet sin que otro te agrediera.

Para tus bisabuelos (que todavía eran jóvenes) durante aquel año espantoso no hubo librerías cerradas, ni cines clausurados, ni incertidumbre, ni desconfianza en el otro. Hubo un pequeño refugio en el que se juntaban para resistir el diluvio universal sin empaparse.

Eso les quería contar: que la tarde en que este párrafo fue leído por primera vez, había muerte y angustia en las calles, pero ellos no habían bajado los brazos. En medio del espanto, tus bisabuelos estaban produciendo una película. Así que, pequeños insolentes, ¿de verdad van a tirar esto a la basura?

H.C.

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