La tarde que empezamos esto no sabíamos hacer nada. Me acuerdo muy bien. Chiri y yo estábamos en el patio de casa. Yo había escrito en el blog que haríamos una revista con autores admirados; ahora había que empezar. ¿Pero cómo se empieza? ¿A quién se llama? ¿De qué manera contactan dos flamantes editores inexpertos con un narrador célebre para invitarlo a escribir en una revista que no existe?
Hicimos una lista de diez escritores muy encumbrados e inaccesibles y nos pusimos a buscar el mail de sus representantes. Sospechamos que había que empezar así. Mandamos diez mails idénticos, dejando unas pocas señas y un número de teléfono.
Uno de los agentes literarios respondió al día siguiente. Cuando atendí, en el exacto momento en que dije hola, supe que no estaba preparado para sus preguntas. El representante quiso saber de qué medio requeríamos a “su” autor. Le dije que éramos una revista que todavía no había salido al mercado. El representante preguntó “¿de qué grupo?”. Le dije que éramos un grupo de mercedinos.
El representante se impacientó. Intenté ponerme serio, pero Chiri me hacía caras para hacerme reír. Le dije que planeábamos hacer una revista literaria sin publicidad. “¿Es una broma?”, oí en el teléfono. No, es en serio. “¿Pero quién los financia?”, preguntó el representante. Le expliqué algo vagamente, con titubeos, y le pedí por favor que me diera el teléfono del escritor admirado (yo estaba seguro de que él sí entendería).
El representante me dijo que el autor admirado estaba de viaje y que además no solía responder él mismo las propuestas, que para eso había un filtro, y me aseguró que se encargaría de transmitirle la información. No fue una charla amable; un poco por culpa de mi inexperiencia. Pasó esa semana y otra. Nadie se puso en contacto con nosotros.
No fue un inicio muy prometedor, pero salimos adelante. Publicamos el primer número de Orsai, después tres ediciones más, la revista empezó a circular, pusimos una pizzería en España, después un bar en Argentina, inauguramos la editorial y a finales de noviembre la gente de TEDx Río de la Plata me invitó a dar una charla para explicar el proyecto. Fui a Buenos Aires, di la charla y volví a casa.
La conferencia fue subida a Youtube y tuvo gran repercusión. Mucha gente que no conocía Orsai supo de qué se trataba. Los primeros días de 2012 recibí un mail de aquel escritor admirado. Me decía que había visto la charla en internet, que no podía entender cómo desconocía un proyecto tan afín a sus ideas, que le parecía maravilloso, que quería participar. Estuve a punto de contarle la anécdota con su representante, pero preferí no hacerlo. ¿Para qué?
Le dije que ya casi habíamos cerrado el número cinco, pero que estaríamos encantados de tenerlo en alguna edición del año, porque sentíamos una inmensa admiración por él. Con muchos otros autores muy queridos —que sí están en esta edición— nos pasó lo mismo. Contactaron ellos. “Quiero participar”, dijeron.
Ustedes notarán, cuando empiecen a leer la nueva revista, que algo cambió de repente. Y no se trata únicamente de que ahora somos bimestrales, ni que el objeto se parece más a una revista y menos a un libro. Algo cambió en la esencia. Ya no viajamos a ciegas, ni con rumbo incierto. La Orsai de este año se mueve con energía renovada.
Autores, lectores: bienvenidos otra vez.
Estamos en el mismo barco.
H.C.