Se oye un tipeo de teclas de computadora. Un carraspeo.
FISCAL: A partir de este momento, estamos grabando su declaración testimonial, señor Piro. Le recuerdo que está bajo juramento.
PIRO: La verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, ¿no? Como en las películas…
FISCAL: Esto no es una película, señor Piro.
PIRO: Es que me gusta mucho el cine… Perdón, estoy un poco nervioso…
FISCAL: Tómese su tiempo.
Un suspiro profundo, otro carraspeo.
PIRO: Sí, bien… Bueno, éramos tres en la casa. El señor Graco, yo y… bueno…, el catador—
FISCAL: Queda notado que el catador es el señor Simón. ¿Usted lo conocía?
PIRO: De Instagram, nomás. De los videítos que subía hablando de vinos. Sabía que era de Los Epicúreos, pero lo conocí en persona esa noche.
FISCAL: Cuéntenos lo que recuerde.
PIRO: Estábamos reunidos en la casa de Héctor… Héctor Graco, el dueño de casa.
FISCAL: Usted es amigo del señor Graco.
PIRO: Bueno, depende de lo que uno considere que es un amigo. Pero sí, puede caber el título.
FISCAL: ¿Eran socios también?
PIRO: No, no, socios no. Yo también soy parte de Los Epicúreos, el grupo que armó Héctor como excusa para reunir gente en su casa. Eso es lo que más le gusta, que la gente se conozca.
FISCAL: ¿Sabe usted a qué se dedica el señor Graco?
PIRO: En las reuniones está prohibido hablar de trabajo. Es una de las normas. Solo hablamos de vinos, pero sé que Héctor es médico anestesiólogo y que también se dedica a la gastronomía, por su familia—
FISCAL: ¿Lo escuchó hablar de criptomonedas alguna vez?
PIRO: ¿A Héctor? El Gordo no sabe mandar un mail. Tiene restaurante de toda la vida—
FISCAL: ¿Y usted?
PIRO: No, yo nada que ver.
FISCAL: ¿A qué se dedica?
PIRO: Hago desarrollo… Desarrollo de IA. Inteligencia artificial…
FISCAL: ¿O sea que el motivo de la reunión fue la cena?
PIRO: El vino, en realidad. Las reuniones incluyen la cena, pero eran reuniones de cata. Héctor había traído un vino especial esa noche para que lo catáramos. En verdad quería que Simón lo catara. Siempre lo desafiaba a ver si adivinaba de dónde era el vino que servía. Solían hacer una apuesta alrededor de eso.
FISCAL: ¿Y acertaba…? ¿El señor Simón acertaba?
PIRO: Siempre le ganaba las apuestas. Bah, eso me decía Héctor. Simón realmente sabía de vinos. Era capaz de acertar el año, la variedad y el viñedo a ciegas.
FISCAL: Un talento.
PIRO: Sí. Un talento muy especial.
FISCAL: ¿Y qué apostaban?
PIRO: Nada importante. Por lo general, cajas del vino en cuestión. Ojo, eran carísimas, pero era eso… Un juego entre ellos. El Gordo se revolvía en la silla cada vez que perdía, pero se divertía… Le tenía aprecio a Simón, lo quería mucho. Siempre me hablaba de él. Yo lo empecé a seguir en Instagram, hasta que un día le dije que lo quería conocer, y Héctor armó la cena… Tenían esa competencia boba en la que Simón le ganaba, pero ya era como un código entre ellos. Héctor le hacía chistes con que se había forrado con el verso ese de las redes sociales.
FISCAL: ¿Qué significa que «se había forrado»”?
PIRO: Que había hecho fortuna, lo cargó toda la noche con eso… Creo que para levantarle el ánimo más que nada…
FISCAL: ¿Por qué quería levantarle el ánimo?
PIRO: Se lo veía un poco caído a Simón. Le repito, lo conocí esa noche, a lo mejor así era su personalidad, pero se lo veía triste, mal… Acorde al desenlace, digamos.
FISCAL: ¿Llegó puntual?
PIRO: Sí, sí. Llegamos puntual los dos. Héctor me lo presentó y nos sentamos a cenar. El Gordo había armado un banquete impresionante. Todo impecable, como siempre. Velas altas, rosas amarillas, todo pomposo como es él. Una cata de vinos en general tiene varios pasos, pero esta vez, como éramos solo tres, el Gordo lo había sintetizado en dos pasos. Sirvió el primer vino con la entrada. Yo estaba esperando que Simón lo probara y se largara a hablar con todo su despliegue, como hace en los reels de Instagram, pero Simón no tocó su copa.
FISCAL: ¿Por qué?
PIRO: No sé. Fue rara la situación. Simón me pareció una persona… extraña… Amable, pero extraña… Apenas el Gordo sirvió la entrada, Simón se la tragó como si no hubiera un mañana… Perdón, no me tome literalmente… Quiero decir que comió como un muerto de hambre. Cosa rara en un tipo tan fino, pero, como le digo, el hombre se veía decaído… Cuando el Gordo le preguntó por el vino, Simón se bajó la copa de un trago, rompió el protocolo de Los Epicúreos y se largó a hablar de sus problemas financieros. Como si necesitara descargarse…
Se oyen sonidos de cubiertos. Ruido ambiente de cena y las carcajadas de tres personas, como si alguien acabara de hacer un chiste.
HÉCTOR: ¿Qué tiene que ver mi hija con lo que estamos hablando?
SIMÓN: ¡Preguntále a ella, que me empezó a seguir en Instagram! Me likea las stories, me tira llamitas…
Héctor se ríe.
HÉCTOR: ¿Llamitas?
PIRO: ¡Esas son palabras mayores!
SIMÓN: ¿Sabés lo que es una llamita?
HÉCTOR: Obvio que sé lo que es una llamita.
SIMÓN: Espero que no te moleste.
HÉCTOR: A vos debería molestarte. Tiene diecinueve años.
SIMÓN: Mirá vos. Parece más grande.
HÉCTOR: No importa lo que parezca. Tiene diecinueve años.
SIMÓN: ¿Y cuál es el problema?
HÉCTOR: El problema es que tiene diecinueve años.
SIMÓN: Yo no te pregunté su edad. Vos me la dijiste.
HÉCTOR: O sea que te gusta mi hija.
Simón ríe con ganas.
SIMÓN: No hagas más aseveraciones, por favor. No quiero que tu amigo piense mal de mí.
PIRO: Por mí no te preocupes, que no me impresiono fácilmente.
Los tres ríen con ganas.
HÉCTOR: ¡Hijo de puta, te querés coger a mi hija! ¡Pasaste por alto el vino que te serví para meter a la pendeja en la conversación!
SIMÓN: Digamos que… prefiero guardarme el paladar para el vino que realmente importa…
HÉCTOR: Entonces voy a ir a buscarlo. Lo tengo abierto en mi escritorio, respirando… Qué hijo de puta, no lo puedo creer…
Héctor se aleja riendo.
Sonido de tipeo de teclas y ruido ambiente de la fiscalía.
FISCAL: ¿Qué clase de problemas financieros mencionó Simón?
PIRO: Dijo que había perdido unas claves. Creo que tenía bitcoins en un dispositivo que estaba corrupto y las había perdido. Se lo notaba muy cargado al hombre… El Gordo fue a buscar el vino, lo trajo—
FISCAL: Enfóquese en lo importante, señor Piro. ¿Qué dijo Simón de los bitcoins?
PIRO: Es que el vino fue el centro de todo. Desde que el Gordo lo puso sobre la mesa, todo giró alrededor de la apuesta. El Gordo me había dicho antes que era imposible que Simón adivinara el vino porque era de una finca familiar, prácticamente desconocida, perdida en el valle de Uco. Podía pegarle al año, capaz acertaba la zona, pero no iba a acertar nunca la finca ni mucho menos el nombre…
FISCAL: ¿Por qué era tan importante el vino?
PIRO: El vino no, la apuesta fue lo importante.
Sonido ambiente de la casa de Héctor. Pasos que se acercan. Botella de vino que se apoya en la mesa.
HÉCTOR: Ni en un millón de años lo vas a adivinar.
SIMÓN: ¡Qué soberbio sos! Decime si no es un fanfarrón este gordo. Dale, Piro, hablá. ¡¿No habla tu amigo, Gordo?!
HÉCTOR: Es tímido.
PIRO: Soy tímido.
SIMÓN: Con esa cara de garca no podés ser tímido.
Los tres ríen ante el chiste de Simón.
HÉCTOR: Garca sos vos, hijo de puta. ¿Te quedaste con mi fortuna y ahora también te querés quedar con mi hija?
SIMÓN: No me quedé con tu fortuna, me pagaste una apuesta con bitcoins y perdiste.
HÉCTOR: Puta madre… Lo peor es que este hijo de puta tiene razón… Fue la primera apuesta que hicimos.
SIMÓN: Año 2015, el bitcoin estaba trescientos dólares. Yo estaba muerto en esa época, ni sabía lo que era un bitcoin, no tenía un peso. El Gordo me empieza a seguir en Instagram y me manda un mensaje. Me invita a cenar. Mesa para doce, todos ricachones. Yo, el único seco. Hablo un poco de vino, que es de lo único que sé en la vida. El Gordo trae una botella con la etiqueta tapada, me desafía. «¿A qué no adivinás qué vino es?». Apostamos doce cajas. Adivino y le gano. El Gordo me dice que no tiene doce cajas de ese vino. Me ofrece pagármelas, le digo que sí. Me dice: «Te las pago en bitcoins». «Gordo, dame plata de verdad», le digo. ¿Sabés qué me dijo?
HÉCTOR: «Agarrá, que es plata de verdad».
SIMÓN: ¡Era plata de verdad! Yo estaba acorralado, ahogado… y acepté. Eran treinta y dos bitcoins. Nueve mil seiscientos dólares.
PIRO: ¿Hoy cuánto valen?
SIMÓN: Más de dos millones de dólares.
PIRO: Guau… Mucha plata. ¿Y cómo se guarda eso?
SIMÓN: Cada bitcoin tiene una clave numérica de sesenta y cuatro dígitos alfanuméricos. Algunos las anotan y las meten en una caja fuerte, otros usan billeteras virtuales, otros se confían y las memorizan. Yo prefiero métodos más modernos y más seguros.
Silencio.
SIMÓN: Las tengo en mi celular, si esa es tu pregunta.
PIRO: ¿Y si lo perdés?
SIMÓN: Está todo en la nube con un acceso doble de reconocimiento facial y de voz combinados. Imposible de hackear. No hay nada más seguro que eso para guardar dos millones de dólares.
HÉCTOR: Dos millones seiscientos treinta mil treinta dólares con setenta y cinco centavos.
SIMÓN: ¡Te lo sabés de memoria, Gordo!
HÉCTOR: Obviamente. Sé exactamente cuánto valen mis bitcoins.
SIMÓN: Son míos.
HÉCTOR: Por ahora.
SIMÓN: Ah… Veo que querés apostar fuerte esta noche.
HÉCTOR: Confío ciento por ciento en el vino que tengo. Bah, salvo que quieras bajarte y apostar menos.
SIMÓN: Al contrario, te doblo la apuesta: mis bitcoins contra tu hija.
HÉCTOR: No tiene sentido lo que decís. No tengo forma de entregarte a mi hija.
SIMÓN: Claro que tenés.
HÉCTOR: La decisión es de ella, en todo caso, no mía. Si tiene onda, se va a ir con vos.
SIMÓN: No la quiero así.
HÉCTOR: No entiendo.
SIMÓN: La quiero anestesiada. Toda para mí durante cuatro horas. ¿No me vas a decir que tenés problemas para conseguir un poco de anestesia?
HÉCTOR: Mmm… La anestesia no sería un problema…
SIMÓN: Por eso. Mis bitcoins contra tu hija.
Silencio.
PIRO: Muchachos, perdón que me meta, pero me parece que se están yendo al pasto.
HÉCTOR: Tranquilo, Piro. Esto recién empieza.
Ambiente de fiscalía. Sonido de tipeo de teclas. Silencio.
FISCAL: Déjeme ver si entiendo bien, señor Piro. ¿Simón apostó las cuatro propiedades que le quedaban contra trescientos mil dólares? No parece un buen negocio.
PIRO: No era un negocio, era una apuesta. Héctor le había ofrecido prestarle el dinero para que solucionara sus problemas financieros, pero Simón tenía su orgullo y no quiso. Dijo que se la jugaba a todo o nada. Le dije que era un tipo raro…
FISCAL: ¿Y qué pasó entonces?
PIRO: Perdió.
Pasos que se acercan. Sonido de una botella que se apoya en la mesa.
HÉCTOR: Querido amigo, estoy tan seguro del vino que tengo que voy a aceptar tu propuesta. Tus bitcoins contra mi hija, anestesiada, durante cuatro horas.
SIMÓN: Prometo tratarla muy bien.
HÉCTOR: Yo espero que tengas las claves a mano.
SIMÓN: La quiero esta misma noche.
HÉCTOR: Mmm… Eso no te lo puedo garantizar…
SIMÓN: Entonces no hay apuesta. Cenamos, disfrutamos, y cada uno a su casa…
HÉCTOR: Hagamos una cosa. Si ganás, la llamo por teléfono, le digo que me siento mal, le pido que venga y te la entrego.
SIMÓN: Hecho.
Sonido del pico de una botella que toca apenas una copa y luego el líquido que se vierte sobre ella.
HÉCTOR: El momento es todo tuyo.
Se oye a Simón aspirando profundamente dentro de la copa y, luego, un silencio.
Sonido de tipeo de teclas mientras Piro habla.
PIRO: Simón hizo una pausa con la boca llena de vino para recibir la primera impresión. Después dejó que el vino se deslizara por su garganta. La nuez se le movió al tragar, pero retuvo una parte del vino en la boca. Aspiró un poco de aire para que se mezclara con los aromas del vino y contuvo la respiración. Soltó el aire por la nariz, y se pasó el vino bajo la lengua y lo masticó con los dientes como si fuera un pedazo de pan. Fue algo… solemne. De alguien que sabe lo que está haciendo.
Sonido ambiente de la casa de Héctor que se alterna con la declaración de Piro en la fiscalía.
SIMÓN: Mmm… Un vino muy interesante… Suave y refinado… Con un regusto tan femenino como tu hija…
PIRO: Simón tenía un exceso de saliva en la boca y escupía, sin querer, mientras hablaba…
SIMÓN: Perdón que vaya de a poco, pero hay mucho en juego… Lo primero que voy a decir es que no es un vino francés ni alemán… Es claramente local… No es un vino de zona fría… No es del valle de Río Negro… ¿Voy bien?
HÉCTOR: La apuesta es adivinar lugar, año y nombre.
SIMÓN: Es un vino tímido, recatado en la primera impresión, pero que emerge delicadamente en la segunda. Algo pícaro y travieso, que incita a la lengua con un dejo de tanino… El posgusto es delicado y reconfortante…, como una mujer joven… No hay dudas de que proviene del valle de Uco…
PIRO: En ese momento, el Gordo se puso tenso.
SIMÓN: Obviamente, este vino no es de un viñedo de primera clase, ni siquiera de segunda. No es excepcional. Le falta… esplendor…, fuerza… Creo que podría ser de tercera categoría…, y eso sería halagarlo demasiado… Hay cuatro fincas al final del valle que podrían sacar una cepa como esta… Conozco las cuatro… Es una cepa prepandemia, pero no muy lejana… 2018 es el año…
HÉCTOR: Correcto.
SIMÓN: No voy a estirar más tu viacrucis, Gordo. La finca es El Capricho y el vino se llama Alba en los Andes… Ya podés llamar a tu hija.
Cambio de ambiente. Tipeo de teclas. Silencio.
PIRO: Increíblemente, Simón no pudo decir ni siquiera la zona de la que provenía el vino. Se quedó mudo, balbuceó una fecha y ya no pudo seguir hablando… El Gordo lo vio tan mal que tiró para atrás la apuesta, le dijo que no se la iba a cobrar y empezó a hablarle de otra cosa. Pero, si me preguntás, para mí, en ese momento, Simón tomó la decisión. El Gordo se levantó a buscar el postre, yo me quedé en la mesa y Simón fue al baño… Dos o tres minutos después, oímos el disparo. Corrimos hasta el baño, pero no pudimos entrar porque su cuerpo había quedado trabando la puerta… El resto de la historia supongo que ya la conoce…
FISCAL: Muchas gracias por su testimonio, señor Piro.
Los ruidos urbanos, de calle, llenan el espacio. Bocinas y autos que pasan.
HÉCTOR: No pensé que me fueran a soltar tan rápido. ¿Qué les dijiste?
PIRO: Les conté lo que querían escuchar: la historia de un tipo depresivo, ahogado por problemas financieros, que se suicidó porque perdió una apuesta.
HÉCTOR: Estuviste bien. Simón no tenía un peso en el banco. ¿Te costó conseguir las claves?
PIRO: Yo no conseguí nada. Todo el trabajo lo hizo la inteligencia artificial. Emulación de voz, Face ID.
HÉCTOR: Sabía que íbamos a ser buenos socios.
PIRO: Cualquiera se asocia por dos millones de dólares… Hijo de puta, le pegó a la cepa, la finca y el año…
HÉCTOR: Increíble… Igual, nunca pensé que el pajero se quisiera coger a mi hija… Ahí me sorprendió.
Los dos se ríen.
HÉCTOR: ¿Cómo seguimos?
PIRO: Vos te quedás quieto un tiempo hasta que todo esto se termine de calmar. No quiero adelantarte mucho para que no te entusiasmes, pero tengo un japonés que tiene un viñedo en la campiña francesa que vale mucho más que treinta y dos bitcoins…