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Primera carta
Mis queridos niños: La vida es tan breve y tan extensa a la vez que incluso hay veces en que uno llega a ver a sus propios padres como niños. Debo corregirme, no exactamente como niños, sino de la misma manera como ellos nos ven a nosotros cuando niños.
Llámese con ternura, con paciencia, con comprensión, queriéndolos apoyar o, simplemente queriéndolos, con una dulzura que los cubre, mientras ellos descansan o no advierten que los observamos.
¿Qué cuento le hubiera contado a mi madre cuando era niña?
Me hubiera gustado ser un adivino y leerle su mano.
Querida Elsa, o Elsita. La vida se extiende delante tuyo como un mantel enorme, como un océano. A lo largo de tu vida vas a conservar el miedo al agua, que hoy le tenés. No te va a gustar, por lo tanto, ir al mar; sin embargo ahora, cuando todavía sos una niña, algo impactará en tu imaginación, la mariposa de algún sueño, y de grande vas a decir: «Me gustaría conocer Venecia».
Vas a ser una mujer muy fuerte y muy alegre. Vas a viajar mucho, más de lo que hoy podrías soñar. Vivirás en tu terruño, conocerás el mundo. Todo este paisaje que ves, y te rodea, te verá salir y regresar muchas veces. Vas a viajar con tu familia, con tu esposo, con amigos, con tus hijos, por tus hijos, con amigas que te harás para los viajes, con parientes. Vas a viajar en tren, en auto, en ómnibus y en avión. También vas a viajar en una camioneta con una casa rodante, durante muchos días. Y eso será cuando tengas más de setenta años. Y vas a caminar y caminar, de acá para allá. Vas a dar millones de pasos.
No te va a gustar ver fotos de seres queridos que ya no estén. Cuidarás a tu padre y a tu madre. Y cuidarás a tu hermano. Vas a tener dos hijos. Los cuidarás y te cuidarán, muchas veces a lo largo de la vida. Estarás orgullosa de ellos, y ellos de vos. Tendrás nietos y música. Ellos te acompañarán y vos los abrigarás siempre. Veo libros.
Con tu esposo pasarán buenas épocas pero también privaciones. Tratá de conservar la confianza, pues habrá tiempos muy duros; luego la suerte mejorará y tendrás una madurez y una vejez tranquila y segura. Conservarás tu espíritu joven toda la vida, hasta tu vejez.
Amarás las plantas. También las cuidarás y te darán perfumes, colores, belleza y compañía. Tendrás perros y gatos. Serás terca y tendrás fe. Vas a tener que aprender que las cosas pueden ser buenas, aun cuando no se presenten como quisieras. Cuidarás mucho y vivirás acompañada. Conserva ese cariño porque también vivirás soledad y despedidas. Darás mucho amor y amistad, y recibirás también. Disfrutarás de la belleza. Tendrás paz. Serás feliz.
Así le hubiera tomado su pequeña mano, y no podría haber hecho un relato muy largo pues seguramente se hubiera aburrido sin saber de qué le hablaba. Pero yo sí, porque hoy lo veo todo. Todo lo abarco.
Queridos niños, tengan la edad que tengan: siete años, veinte. Niños de doce o de cuarenta, niños de diez, de ochenta, y de nueve años, tomen la mano de una persona querida y háblenle de su pasado como si le contaran el futuro.
Aléjense, como un pájaro que nos mira desde muy muy alto, y lean lo que se ve.
Segunda carta
Queridos alumnos: Déjenme que les pida una cosa. En estos días van a retomar la escuela. Todavía están a tiempo: ¡huyan! Escóndanse. La escuela es de las experiencias más peligrosas del mundo. Vienen los terremotos, los huracanes, el viaje a las estrellas y después: ¡la escuela!
Hagamos un plan: escóndanse en el armario de su cuarto, o debajo de la cama. Algún lugar en el que las personas con quienes ustedes vivan no piensen jamás en encontrarlos, por ejemplo ahora no se me ocurre; pero refúgiense ahí. Entonces por la mañana no los encontrarán y ustedes podrán escapar en libertad. Todavía están a tiempo, ¡huyan!
Conozco el caso de un niño que fue a la escuela y, sin siquiera que él mismo se diera cuenta, unos marcianos terribles habían reemplazado a los docentes y le chuparon el cerebro. Esto es científico, no se los digo por inventar solamente.
Y conozco el caso de una niña que, en su escuela, fueron los maestros los que reemplazaron a los marcianos.
¿Cómo distinguir si su escuela está en poder de unos marcianos que quieren invadir el planeta?
Es una tarea muy difícil. Tal vez ustedes van muy confiados, y no se percatan de que toda la escuela está llena de marcianos reemplazantes y así quedarán expuestos al más peligroso de los peligros.
Y si la escuela no hubiera sido invadida por extraterrestres, de todos modos es de los lugares más infinitamente peligrosos de todo el mundo. Se los digo científicamente, niños. Créanme.
¿Por qué creen que en casi ninguna escuela hay perros? Porque los marcianos saben que los perros son los mejores amigos de las personas y-por-e-so-no-los-de-jan-en-trar. Así de clarito.
¿Y por qué creen que en casi ninguna escuela hay gatos? ¿Porque los gatos saben leer? No, los gatos no saben leer. ¿Los gatos saben escribir? Tampoco. Entonces debería haber, ¿y por qué no hay?
La respuesta es muy sencilla: porque los gatos saben oler el peligro, y los marcianos son peligrosos, por lo tanto los gatos huelen a los invasores extraterrestres y deciden que mejor no van, por eso.
¿Por qué este razonamiento no se le ocurrió a nadie antes? Es imposible que no se le haya ocurrido a alguien más. Seguro que sí se le ocurrió, y lo atacaron los marcianos reemplazantes de la escuela.
Niños, ¡háganme caso! La humanidad entera corre peligro. No es cierto que todos necesitan saber leer y escribir. ¿Nadie se dio cuenta de esa gran mentira? Bastaría con saber una cosa u otra y que siempre fuéramos de a dos. ¡Es evidente! Si ustedes saben leer, por ejemplo, y un amigo de ustedes sabe escribir… ¡ya está! No necesitan aprender las dos cosas. Ahora bien, ¿y por qué se imaginan ustedes que siempre nos dicen que hacen falta las dos cosas? Muy sencillo: porque los marcianos reemplazantes necesitan el doble de tiempo para chuparnos el cerebro. ¿Y por qué necesitan el doble de tiempo? Porque la máquina de chupar cerebros les anda lento, por-e-so, así de sencillo. Si les anduviera bien lo harían en mitad de tiempo. ¿Es que nadie se dio cuenta de esto antes?
Listo, ya avisé.
Pensar que estoy salvando a toda la humanidad y aquí nomás, tan tranquilo. Pero, el día de mañana, me van a hacer una estatua como con dos caballos, por lo menos.
Tercera carta
Queridos: Cuando Dios creó al universo, Él era mucho mucho más grande que todo lo que había creado. Comparado con su creador, el universo era un grano de arena. Y, aunque en él cupieran tantos y tantos mundos, y cada mundo estuviera lleno de geografía o de seres de todas las especies, Dios era aún mucho más grande que todos ellos.
Por eso no podía ver tantos detalles.
Creó cosas calientes y cosas frías y así, sin proponérselo, creó los vientos y las corrientes oceánicas. Porque el agua y el aire escapaban de lo frío y llenaban lo caliente. Y, de ese modo, nada estaba quieto en ninguna parte. Los peces viajaban. Los barcos viajaban. Y a las personas se les movían sus cabellos, se cubrían los ojos cuando les entraba arena o polvo, y también viajaban.
Creó lo que tenía luz y lo que no la tenía. Pero no podían vivir juntas, y las separó. Algo daba luz y estaba en una parte, y algo absorbía
la luz y debía estar en otra. Sin proponérselo, hizo que la luz viajara hacia la oscuridad como un río que va a llenar un pozo. Y las personas unas veces buscaban la luz para ver lo que hacían, y otras buscaban la oscuridad para cerrar los ojos y ver lo que soñaban. De ese modo: también viajaban.
Adentro de las personas puso un corazón, uno para cada persona. E hizo que el corazón fuera el encargado de llevar algo así como el vino o el fuego que cada uno llevamos dentro. Y, aunque parezca un invento, también le encargó de llevar el aire por dentro de las personas.
El corazón fue, entonces, encargado de llevar el vino, el fuego, y el aire. Y todo eso viajaba: desde afuera de las personas, hasta adentro de ellas, y luego: viajaba dentro de las personas, recorriéndolas parte por parte. Y luego viajaba saliendo afuera, de todas maneras. Porque parecía que en el universo nada estaría quieto nunca.
Si Dios no hubiera creado la distancia y la diferencia no habría nacido el movimiento.
No todo ocurrió por voluntad de Dios, algunas ocurrieron por voluntad de las obras de la voluntad de Dios, porque él era mucho más grande que todo lo que había creado, y no podía fijarse en detalles tan pequeños.
Algo que, quizás, tampoco contempló es que los corazones no podían moverse, movían el vino, el aire y el fuego, pero ellos mismos no tenían piernas y su alma inquieta también quería viajar para conversar con otros corazones (igual que como el aire busca el aire, o el agua busca el agua).
El movimiento que hace que un corazón busque a otro se llama amor. Y a veces dura y a veces no dura. Es uno de los viajes más extraños que nacieron de la voluntad de las obras de la voluntad de Dios.
El corazón de un niño quiere estar con el corazón de una niña, no una cualquiera sino una en especial. Entonces uno de los dos mueve sus piernas hasta el otro, y las bocas hablan. Así se ponen de acuerdo y permanecen juntos para siempre o por un tiempo.
Si pueden viajar permanecen juntos. Si uno provoca que el otro se detenga: deben separarse, porque todo en el mundo viaja.
De modo que en el principio no existían caminos ni órbitas. Y cuando todo comenzó a moverse se crearon los caminos y las órbitas. Hay caminos comunes a todos y hay caminos nuevos. Las órbitas, por lo general, son muy parecidas o cambian muy poco.
No todo debe cambiar, pero sí todo debe moverse. Aunque no sepamos por qué, o nos disguste. Pero he aquí que cuando todo se mueve algo cambia. Si algo se mueve: cambia de posición. Si algo se agranda o achica: cambia de tamaño. Si alguien se va o se queda: cambia de idea.
De modo que debemos corregir eso que afirmamos antes. Todo cambia. Igual que en las escaleras mecánicas. Si queremos permanecer en el mismo lugar, debemos caminar en dirección contraria tan rápido como se mueva la escalera, si no ella nos lleva.
Igual que cuando repetimos una palabra, muchas veces, cien veces: en algún momento la palabra ya no nos suena igual o nos parecerá que perdió su significado. Y lo único que hicimos fue repetirla. Porque todo en el universo se mueve, de modo que hasta para permanecer iguales debemos movernos.
Dios es grande, mucho mucho más grande que las cosas que creó. Y luego esas cosas se pusieron en movimiento. Y él es tan pero tanto más grande que no alcanza a ver los detalles, ni a responder todas las preguntas. A eso, a otras cosas más también, pero a eso: lo llamamos misterio.
El universo está lleno de misterios, algunos que ni siquiera imaginamos, y otros que somos nosotros quienes debemos buscarle respuestas o al menos aprender cómo lidiar con ellos.
Miguel se pregunta: ¿qué debo hacer para que el corazón de Anna se quede cerca de mí? Olinka se pregunta: ¿qué debo hacer para que el corazón de Martín siga con el mío? Gabriel se pregunta: ¿cómo haré para que mi corazón quiera seguir al lado del corazón de Muriel? Laura se hace la misma pregunta, pues ha notado que su corazón se aleja del corazón de Daniel. Y Augusto se pregunta cómo hacer para que el corazón de Frida quiera acercarse a su corazón, que es la misma pregunta que Anabella se hace por el corazón de Adrián.
Todo podría haber sido perfecto y quieto; pero Dios no creó a cada corazón en su lugar o, tal vez, creó más de un lugar para cada cosa, y por ello todo se mueve.
Todos los corazones son viajeros.
Y hasta quienes parecen haber decidido no hacer ningún viaje, permanecer siempre iguales o siempre en el mismo lugar: son viajeros. Igual que en las escaleras mecánicas.
Cuarta carta
Querido Papá Noel: Te quiero mucho. Hoy fuimos a la playa y tomamos un helado. Tengo seis años. En patín jugué al hockey y ningún día lo había jugado con palo para que no nos lastimáramos. Ahora patino bien y el siete de diciembre va a haber una clase para que los padres vean que no nos lastimamos, pero vos no podés venir porque sos papá pero Noel, que es distinto. Pero a lo mejor si querés vení lo mismo total en la entrada nunca se fijan. Te pido un max steel, un disfraz de doctora verde, lapiceras de color verde oscuro y claro, violeta oscuro y claro, celeste, azul oscuro, un juguete de las chicas súper poderosas, una Barbie con vestido de casamiento, una estrellita, una luna, un sol, una flor, un árbol con naranjas, una nube, una piedra, un pez, un ángel, una vaca, una abeja, un abanico y un acordeón. Te mando un beso, Clara.
Querida Clara: En este momento no tengo patines ni hockey. Lo lamento. ¿Te gustaría pedir otros regalos? Afectuosamente. Papá Noel.
Querido Papá Noel: Nada que ver. Tenés que leer bien las cartas. Lo del hockey con patines es algo que hice, mi pedido era lo otro. Y de paso quiero cambiar el disfraz de doctora verde. Que sea uno de verdad, blanco. La piedra no, porque ayer encontré una. Mejor traéme más estrellitas. Te mando otro beso, Chau. Clara.
Querida Clara: Te pido disculpas por la confusión, y te agradeceré que repitas el pedido porque las cartas que contesto se archivan en otra parte y no la tengo a mano. Espero que puedas hacerlo pronto. Se acercan las fechas en las que preparamos los regalos, ¡y estamos ansiosos por complacerte! Afectuosamente, Papá Noel.
Papá Noel: ¿Qué les pasa ahí? Te había pedido un disfraz de doctora verde, el disfraz, no la doctora; pero después te dije mejor blanco y de una de verdad. Después también te pedía estrellitas y algún juguete de las chicas súper poderosas, lápices de muchos colores, pero blancos no, una vaca, abejas, un abanico, una bicicleta. No me acuerdo del todo, porque la carta se las mandé y era larga ¡y ustedes la perdieron! ¿No la pueden buscar mejor? Me acuerdo de la Barbie para casamiento y un árbol con naranjas. ¡No pierdan esta también! Ah, y un piano. Bueno, chau. Clara.
Querida Clara: Soy la secretaria de Papá Noel. Me pide te avise que encontramos tu primera carta. ¡Qué buena noticia, ¿verdad?! Ruega que lo disculpes por no responderte personalmente pero a la locura de trabajo que tenemos siempre en octubre, preparando los regalos, se sumó una descompostura en uno de los renos a raíz de una modificación en su alimentación. Cambiamos de veterinario por problemas de presupuesto pero, como siempre, lo barato sale caro y el nuevo les dio una dieta que los puso fatales. Ya regresamos con el anterior, pero este lamentable incidente nos consumió una increíble cantidad de tiempo. De todos modos, Papá Noel, me pide que te transmita la seguridad de que todos tus regalos estarán listos a tiempo. Solo una pregunta: lo que pediste en las dos cartas no coincide exactamente, ¿cuál te complacería que atendamos? Afectuosamente, Esther Noel.
Queridos Esther, Papá Noel, el Reno o la rueda del trineo, o quien quiera que sea que lea esta carta y me la conteste: ¡Ni me acuerdo si eran diferentes las dos cartas! Traigan todo y listo, qué sé yo. O las mismas cosas que pido en las dos. Lo que más me importa es el disfraz de médica de verdad, blanco, y la Barbie de casamiento. Ah, y la estrellita, el acordeón, la planta de naranjas y libros. Pónganse las pilas. Clara.
Querida Clara: Soy la secretaria personal de Esther Noel. Ella me pide que la disculpes por no contestar personalmente tu correo. Está atendiendo a Papá Noel quien sufrió un pequeño accidente, nada grave, una caída que le produjo una leve fractura en un pie. Él mismo insistió en que te hagamos saber que está bien, que no debes asustarte, el médico le aseguró que en quince días podrá apoyar el pie de manera normal, y que todas las placas muestran que la lesión no reviste importancia. No debes preocuparte, a todos pueden ocurrirnos estos pequeños accidentes. Afectuosamente, Silvia Noel.
¿Y mis regalos? ¿Ya eligieron de las dos cartas? Clara.
Querida Clara: Soy Esther, nuevamente. Estamos muy felices. ¡Nuestro querido Papá Noel ya se encuentra repuesto! Mandó decirte que tu pedido está completo y embarcado. Esperamos que seas muy feliz con esas cosas tan bellas que pediste. Has de ser una niña muy especial para haber hecho una solicitud tan hermosa. Te ruego que sepas disculpar los inconvenientes que ya superamos. Un afectuoso abrazo, Esther Noel.
Querido Papá Noel, y tu secretaria y la secretaria de tu secretaria y el reno con diarrea: Les escribo esta carta después de abrir los regalos. Muchas gracias por el elefante de porcelana blanco, es muy práctico, y sobre todo tan bonito. Los videos de carreras de coches son sumamente interesantes. ¡Con el álbum de figuritas del fútbol español aprendí cosas importantes! Qué bueno que conseguiste el disfraz verde de doctora que te había pedido en mi primera carta y que después cambié de opinión. Y ese cenicero con forma de ajedrez, también muy lindo. El Power Ranger rojo es muy parecido a la Barbie de casamiento. Los borceguíes de alta montaña, aprovechando que eran número cuarenta y tres, se los regalé a mi tío Alberto. Con profundas emociones, Clara.
Quinta carta
Queridos padres: ¿Cómo es la tabla del nueve si, en el noticiero, veo que un juez aceptó un soborno? ¿Cuánto es seis por cuatro si me entero de que un policía participó de un secuestro? ¿Usaré «be larga» o «ve corta» si me entero de que un laboratorio manipulaba por el precio de sus medicinas?
¿Cómo me acuerdo si se usa, «ese» o «ce», si me entero de que un médico hace una operación innecesaria, y él lo sabía? ¿Cómo es la tabla del cinco si oigo que un senador obedece órdenes?
¿Qué libros debo leer cuando veo en los noticieros que unos policías, junto con unos jueces, inventaban causas contra personas inocentes? ¿Qué libros serán mejores o cuáles, aunque sea, buenos? ¿Cómo es la regla de la «elle» o «ye» si en la televisión pasan un bombardeo real, en vivo y en directo? ¿Cuánto da cinco por siete si veo a unos periodistas y fotógrafos acosando a una persona?
Si aprendo todas las reglas, si las aprendo y las uso, ¿cómo hago para recordarlas cuando en el noticiero veo que un policía mata a un maestro en huelga? ¿Y cuando una investigación denuncia que unos sindicalistas amenazan a los mismos trabajadores que representan? ¿Y cuando leo en el periódico que llevan treinta años al frente de su sindicato, o veinte años gobernando una provincia? ¿Y cuando las noticias dicen que cambian la Constitución porque les conviene?
¿Cómo hará mi memoria para aprender de memoria? ¿Cómo hará mi obediencia? Cuando veo cómo se insultan en las campañas, afilan sus dientes, muestran guardaespaldas y se amenazan, ¿cómo hará mi memoria?
Cuando nombran jueces que los favorecerán, y dictan fallos que serán retribuidos, o mienten en las noticias, o abusan de los fieles de su parroquia, o crean un banco para lavar dinero (y es un banco bonito, con colores, empleados y publicidad). O cuando cierran los bancos y desaparecen los ahorros, ¿cómo haré para acordarme de cada cosa que me enseñan?
O, mejor dicho: ¿cómo haré para acordarme de qué es lo que dicen, y qué es lo que enseñan? ¿Cómo hará mi obediencia? ¿Cómo hará mi buena letra? Mi ortografía, mi creatividad, mi memoria. ¿Cómo confiar en las señales de tránsito? ¿Cómo sostener el orden de los planetas?
Otra pregunta, otra entre tantas: ¿Qué es lo que se queda quieto, y qué lo que se mueve?
Sexta carta
Queridos amigos: Les escribo una carta muy especial. Hoy es un día de lluvia, oigo música (Keith Jarrett), desde mi ventana se ve el mar, más bien es un día de llovizna… está nublado y parece que fuera a llover en cualquier momento y eso provoca un ánimo muy especial, íntimo.
Desde mi ventana se ve la montaña y la música (la Heroica de Beethoven) me inspira con un sentimiento muy particular. Siento como si escribiera personalmente a cada uno de ustedes. Porque cada uno de ustedes es alguien muy especial para mí, y en este día, con este sol hermoso, que baña de colores la sierra, el corazón parece que se hincha.
Oigo música (es un grupo folclórico veracruzano) y me inspira un sentimiento muy íntimo… tanto que no se los puedo decir. Se los diría, no es que no quiera, pero dejaría de ser íntimo. Y cada uno de ustedes es alguien muy especial para mí, no quiero dedicarles cualquier sentimiento. Voy a fijarme de elegir uno bien hermoso. Ahora me fijo.
Mientras tanto les cuento que desde mi ventana se ve la carretera. Hay luna llena y su luminosidad baña la ciudad. Es sábado, está por amanecer y los primeros rayos de sol acompañan el canto de un gato. Es curioso, hasta ayer era un gallo el que cantaba. No importa. Es un momento muy especial. Miro el mar mientras dejo que los recuerdos vayan de la mano de la música (es una banda de pueblo tocando marchas).
Mientras les escribo estoy buscando un sentimiento especial que había dejado aquí arriba, preparado para enviárselos, y se ve que alguien revolvió, porque ahora no lo encuentro. Yo no sé por qué meten mano en esta mesa si saben que esto lo entiendo yo nomás. Me voy a fijar en las cajas.
Mientras, el cielo se va cargando con nubes espesas. Llueve torrencialmente sobre el platanar. Casi no deja oír la música.
Mientras busco les comento que en mi página web pusimos mucho material nuevo. Y vamos a poner más: una ventana con un marco rojo. Una entrada al subterráneo, al metro, porque siempre viene estupendo que haya una cerca. Una piscina no, porque habiendo río, ¿para qué? Pero junto con los mp3 de las canciones van a poder bajar panes dulces y té (van a ser archivos comprimidos), y vamos a poner un balcón, para que puedan leer las páginas cómodamente.
Ya encontré las cajas. Acaba de pasar un camión enorme por la carretera. ¿Nadie hace callar a ese gato? Les decía que vamos a hacer una sala de reuniones muy grande, de piso de madera rústica. No, acá no está. ¿Por qué no meterán las manos en sus cosas en lugar de querer ordenar mis cosas? Era un sentimiento hermoso, se los juro, muy especial. Una lástima, porque una tarde como esta, tan inspiradora… pero hay días así, en que lo que uno quiere decir se pierde. O el perdido es uno y lo que queremos decir no nos encuentra. Lo más seguro es que sea eso.
Voy a hacer silencio, entonces, como esa vez que terminé una novela larga. Sentí muy raro quedar libre de ocupaciones, entonces le pregunté a mi muy cubana y querida profesora de literatura:
—Terminé de escribir, Nara… ¿Y ahora, qué hago?
—Niño, ¡leer!
Eso. Un abrazo. Luis.