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La madre de Ernesto

Escribe
Abelardo CastilloWilly Van Broock
Ilustra
Powerpaola
La conocieron en la adolescencia y nunca pudieron olvidarla. Ahora, los tres hombres vuelven tras los pasos del deseo que marcó su juventud: la madre de Ernesto.

Sonido de un auto en movimiento. Música en el interior y alguien que tararea la canción en curso. El auto se detiene y da dos bocinazos cortos. La ventanilla se baja. Desde afuera del auto, una voz saluda efusivamente.

MANUEL: ¡No lo puedo creer! ¡Miráte esa barba de leñador!

Julio responde desde el interior de su auto.

JULIO: ¿Qué hacés, basura? ¡Subí!

MANUEL: ¡Bajáte y saludáme, forro!

JULIO: ¡Subí, boludo, dale!

Puerta que se abre. Abrazo sentido y palmadas dentro del auto.

MANUEL: ¿Cómo andás, Julito? Tanto tiempo, che. ¿Cuánto pasó?

JULIO: Cinco años.

MANUEL: Cinco años… Bueh, tampoco es tanto.

JULIO: A los treinta, cinco años son una vida. Vamos que Damián nos está esperando…

Auto que arranca.

MANUEL: ¿Qué hacemos, che? ¿A dónde vamos?

JULIO: La vida es hoy, Manolo. Vamos a parpadear y vamos a ser dos viejos chotos de sesenta.

MANUEL: ¿Qué sos ahora, forro? ¿Filósofo?

JULIO: Tomá. Les traje esto para ustedes.

MANUEL: ¿Qué es esto?

Sonido de papel que se rompe.

MANUEL: (Lee). Mezcal Amores. Mmm… Medio putito el nombre, ¿no? ¿Te hiciste puto? No me estás tirando onda, ¿no?

JULIO: No sos mi tipo, forro.

MANUEL: Qué boludo. (Lee). «Mezcal orgánico destilado en Oaxaca, México. De cuerpo suave y genio artesanal, Amores concentra diez años de fuego solar que, al tragar, al ser busca despertar». A la mierda… En mi vida probé esto…

JULIO: No tiene vuelta atrás. Abrilo.

MANUEL: ¿Acá en el auto?

JULIO: Dale que hace un frío del carajo. Ahí, en la guantera, tengo los vasos.

Sonido de guantera que se abre y vasos que se manipulan.

MANUEL: ¿Vasos de calavera para el reencuentro? Te la pensaste toda, guacho, ¿eh?

JULIO: Busqué ese mezcal por todo el D. F. especialmente para ustedes… Damián me dijo que nos esperaba en la puerta de Cerebro. ¿Qué hace ahí?

MANUEL: Regentea el bar de enfrente. Ernesto me dijo que le avisemos, que va a tratar de liberarse. La mujer lo tiene laburando como un perro. Desde que nacieron los hijos, no lo coge más, ¿podés creer? Y este boludo lo único que hace es laburar.

Sonido de botella que se abre.

MANUEL: Pero esto es una finura, qué rico huele. Mejor que un Blue Label. ¿Cuánto vale la botella?

JULIO: Carísima, olvidáte. Lo conseguí de pedo. No lo hacen más.

MANUEL: Te fuiste para arriba, puto, ¿eh? Volviste al pueblo a enrostrarnos lo bien que te va.

JULIO: La salud va y viene. Lo importante es la plata… ¡Ahí está, mirálo al boludo, igual que siempre!

Auto que se detiene. Julio se baja.

JULIO: ¿Qué hacés, forro, tas revoleando la cartera?

DAMIÁN: ¡Qué hacés, Julito! ¿A qué carajo volviste a este país, me querés decir?

Abrazo sentido y palmadas.

JULIO: ¡Volví para cumplir fantasías, gil!

MANUEL: (Celoso). Ah, ¿para saludarlo a él sí te bajás? ¡Forro!

JULIO: Se pone celoso el estúpido.

Damián y Julio regresan al auto.

MANUEL: ¿A mí no me abrazás?

DAMIÁN: Te veo todos los días, ganso. ¿Y eso? ¿Ya están chupando?

MANUEL: Un mezcal que trajo este sorete de México. Ahora es de clase alta la señora.

DAMIÁN: ¡No, me muero! ¡Qué espectacular! ¿Qué hacés tomando mezcal, Julio?

JULIO: México, hermano. México.

DAMIÁN: ¿Es como el tequila esta poronga?

Sonido de envoltorio de celofán que se abre. Sonido de un corcho que gira sobre el pico de vidrio y luego sale limpio.

JULIO: Mucho mejor. El mezcal se saca de una planta que se llama maguey. Crece en el medio del desierto. No tiene un solo producto artificial adentro. Metéle despacio que arde.

Manuel bebe.

MANUEL: Uf, fuerte como patada de burro.

JULIO: La planta tarda entre ocho y diez años en estar madura para que el mezcalero la coseche. El arte del mezcalero empieza con la selección de las plantas. Las elige, corta las raíces y las hojas cuidando de no pincharse con las espinas, y se queda con el centro, lo que se llama la «piña». Las piñas se cuecen en un horno de piedra, bajo tierra, hasta que tienen la temperatura justa para fermentar—

DAMIÁN: Semejante quilombo para que nosotros nos lo bajemos en un rato.

JULIO: Todo se trata de entender los momentos. ¿Saben cómo se hace un maestro mezcalero?

MANUEL: No tengo ni puta idea.

JULIO: A partir de otro maestro mezcalero. Al que hizo este lo conocí en Oaxaca. Me contó que, cuando tenía cinco años, la abuela lo llevó a ver a un maestro mezcalero que le dio un chupito de mezcal. Y el pendejo se mamó. Y como se mamó, el maestro quedó comprometido a transmitirle su saber.

MANUEL: La abuela, una hija de puta.

DAMIÁN: Vieja hija de puta, sabía lo que quería.

Sonido de mensaje entrante en celular.

MANUEL: Es Ernesto. Dice que lo busquemos por Las Victorias.

JULIO: Dale…

MANUEL: ¿Y esta bolsita que le cuelga a la botella…? ¿Qué tiene? ¿Merca?

JULIO: Sal de gusano. Ponete un toque en la boca. Es para los putitos que lo prueban por primera vez.

Sonido de bebida que se traga.

DAMIÁN: Puta madre, qué fuerte está… Riquísimo…

JULIO: El maguey es una planta mágica. Deja salir los sueños y los deseos…

MANUEL: Pensé que no tomabas más.

JULIO: No tomo. Voy a tomar ahora con ustedes porque la ocasión lo merece… A su salud, muchachos, por la amistad.

MANUEL: Ojo que hay alcoholemia en todos lados.

JULIO: Que me chupen la pija los canas.

Sonido de bebida que se traga.

DAMIÁN: ¿A dónde vamos?

MANUEL: A buscar a Ernesto y después no sé, porque este boludo se hace el misterioso. No quiere decirnos.

DAMIÁN: Nos lleva engañadas.

Risas.

JULIO: ¿Con qué sueñan, muchachos…?

DAMIÁN: ¿Eh? ¿De qué habla este?

MANUEL: Yo sueño con llegar a fin de mes.

JULIO: Olvidáte de la guita, boludo. La vida no es guita. La vida es otra cosa. En serio, ¿con qué sueñan?

MANUEL: Pero ¿qué te pasa? ¿Te volviste un azteca falopero que toma peyote en el desierto?

JULIO: De verdad les pregunto. Viene el genio de la lámpara y les da un deseo, ¿qué le piden?

DAMIÁN: No sé, boludo. Los genios no existen.

JULIO: Existen, solo hay que saber encontrarlos.

DAMIÁN: Dale, Julio, cortá con el tono misterioso. Hace cinco años que no te veo, te aparecés megamístico, hablando del desierto y de las bebidas espirituosas —muy buena, por cierto—, y salís con esta boludez de los deseos, el genio, la lámpara…

JULIO: ¡Por el genio de la lámpara!

Sonido de vasos que brindan y gargantas que tragan.

MANUEL: ¡Guarda, boludo, mirá para adelante que nos la vamos a poner!

Risas generales.

JULIO: ¿Se acuerdan de ese verano en Cariló?

MANUEL: ¿Qué verano? ¿Ese verano?

DAMIÁN: ¿Hay otro? ¿Qué teníamos, catorce?

MANUEL: Quince.

DAMIÁN: Éramos revírgenes, boludo. Ernesto era el único guitudo que se iba de vacaciones con la familia y nos invitó a ir con ellos…

JULIO: El padre era gerente en el cerro o algo así, ¿no?

DAMIÁN: Estaba forrado, olvidáte.

MANUEL: Ese verano fue la primera vez que salí de Bariloche…

JULIO: ¿Y la madre?

DAMIÁN: Mmm, la madre, bebé. Qué hermosa.

MANUEL: Che, en esta no, es en la otra la entrada de la casa de Ernesto.

JULIO: (Evasivo). Dale. (Retomando). Qué rica la madre de Ernesto.

LOS TRES: ¡Mmm, qué rica la madre!

Risas cómplices.

JULIO: ¿Se acuerdan de esa tarde en Cariló, en la playa de las piedras?

MANUEL: Obvio que me acuerdo. Era el último día…

DAMIÁN: Estábamos agazapados en las piedras, espiando a la madre de Ernesto, que estaba un poco más lejos, en la playa, tomando sol en bikini. Estaba con una amiga y una le ponía bronceador a la otra…

MANUEL: Lo buena que estaba la madre de Ernesto. Mamita querida…

JULIO: Cuando se desabrochó la bikini y se quedó en tetas…

LOS TRES: ¡¡¡Mmm!!!

DAMIÁN: ¡Casi me da un infarto!

JULIO: A mí se me puso como una piedra en el acto. Nunca había visto tetas en vivo… No me alcanzaban los ojos para mirar…

DAMIÁN: Hasta que apareció Ernesto y cortó todo. ¡Lo odié, lo quería matar!

MANUEL: En esta tenés que doblar. Pará que le escribo que salga. Bajá la velocidad que te vas a pasar… ¡Pará, boludo, que es acá!

Silencio.

DAMIÁN: Te pasaste.

JULIO: A la vuelta lo buscamos a Ernesto.

Silencio.

DAMIÁN: ¿A la vuelta de dónde? ¿A dónde mierda vamos?

JULIO: Ya van a ver, no sean ansiosos. Díganme una cosa: ¿qué pasaba si ese día en la playa no aparecía Ernesto?

MANUEL: Era la paja de nuestras vidas.

JULIO: Yo creo que ese día entendí lo que era la belleza. Pero de verdad lo digo…, no en un sentido figurado. Entendí lo que era la belleza posta. La belleza como virtud, como la hondura grande del alma… Ernesto llegó y nos cagó el clima. Pero, para mí, si no aparecía, en mi fantasía la madre se empezaba a besar con la amiga y terminaban haciendo el amor al atardecer.

MANUEL: Esa noche la escuchamos coger con el padre.

JULIO: Y discutir… Ernesto se había dormido, pero nosotros no…

DAMIÁN: «Mirá qué hermoso color», decía el padre, y ella gemía y le pedía que no pare…

JULIO: Qué le habría estado haciendo, ¿no?

MANUEL: En mi cabeza se la comía entera y la degustaba como si fuera un elixir que pasaba por su garganta… Guarda que está la caminera.

DAMIÁN: Sí, frená un poco. Bajá la botella, Manuel. ¡Bajá la botella, boludo!

Silencio. Tensión.

JULIO: No pasa nada, tranqui. Estos canas están al pedo siempre. No sé para qué carajo están ahí, con el frío que hace.

DAMIÁN: Saludá, hacete el boludo.

JULIO: Buenas noches, señor policía, la concha de su hermana… Listo, pasamos.

Auto que acelera.

DAMIÁN: Fue ese año que el padre de Ernesto se fue de la casa, ¿no?

MANUEL: Sí. Se rajó a la mierda, y Ernesto se quedó solo con la madre.

DAMIÁN: Se decía cada cosa de ella… Cuando terminamos el colegio, no la vimos más. Se fue de Bariloche, creo. Carajo, cómo pega este mezcal…

JULIO: Qué habrá sido de la vida, ¿no?

MANUEL: Se decían muchas cosas, pero nadie sabe nada, esa es la verdad. Hace años que Ernesto no habla con la madre…

DAMIÁN: Yo quería ir a dormir a la casa de Ernesto solo para verla en deshabillé y mirarle el ojete. Era una escultura viviente la hija de puta.

JULIO: Sigue siendo una escultura.

DAMIÁN: ¿Y vos cómo sabés?

Silencio.

JULIO: Porque sé… La encontré, muchachos.

MANUEL: ¿Dónde está?

JULIO: ¡Paren, no me desvíen la conversación! Si viene el genio de la lámpara y les da un deseo, ¿qué le piden…?

Silencio.

MANUEL: Uuuf, amigo… Volver a ver esas tetas.

JULIO: Bueno, escuchen esta: la vieja de Ernesto tiene una cuenta en OnlyFans.

MANUEL: ¿Qué?

DAMIÁN: Jodéme, boludo.

MANUEL: No puede ser. Si la gugleé mil veces y nunca la encontré…

JULIO: Tiene un OnlyFans, posta. Desde ese verano en Cariló, yo me quedé loco con la madre de Ernesto. Creo que era amor. Amor de verdad. Amor como uno solo se lo puede imaginar en la adolescencia. Se me quedó clavada en la carne como una espina de maguey.

MANUEL: No podés ser tan pajero.

JULIO: ¡Si acabás de decir que la gugleaste!

MANUEL: Sí, pero—

DAMIÁN: ¡Todos la gugleamos, boludo, dejálo contar!

JULIO: Yo tampoco nunca la encontré. Pero hace poco, un amigo mexicano que es un pajero marca cañón me mostró una foto y casi me caigo de orto. Era ella. Le pedí que me pasara la cuenta, y era nomás.

MANUEL: No te creo, boludo. Nos está jodiendo este forro…

JULIO: ¡No, les juro que no! Usa un nombre de fantasía, obviamente, pero es ella.

MANUEL: ¿Posta la viste? ¿Cómo está?

JULIO: Un infierno, igual que siempre. Debe de estar llegando a los cincuenta, pero parece de treinta.

MANUEL: Mostrámela ya, la quiero ver.

JULIO: La cuenta es privada. Hay que pagar para verla. Cinco dólares cada foto y cincuenta dólares la suscripción completa.

DAMIÁN: ¡Me muero, boludo! ¡Qué datazo tiraste! ¿Cómo se llama?

JULIO: Lulú Campeona.

Risas.

MANUEL: ¿Lulú Campeona? ¡Me muero!

DAMIÁN: ¿A dónde hay que pagar para ver las tetas de Lulú Campeona?

JULIO: ¡Salud, muchachos! ¡Por las tetas de la madre de Ernesto!

Brindan.

JULIO: Obvio que empecé a seguirla…

DAMIÁN: ¿Pagaste?

JULIO: ¡Obvio! Pagué, me suscribí, todo hice. Me bajé todas las fotos al teléfono.

DAMIÁN: ¡No te creo, hijo de puta!

MANUEL: Dame tu teléfono. Mostrámela ya.

Julio se ríe.

JULIO: ¡Sabía que iban a picar, soretes!

MANUEL: ¿Y cómo se desbloquea esta mierda?

JULIO: Dame.

Sonido de teclas en el celular. Sonido de celular que se desbloquea.

JULIO: Ahí la tienen.

Silencio.

DAMIÁN: ¿Es ella?

MANUEL: Sí, boludo, es ella, es ella. Está igual…

DAMIÁN: Me muero… Es un infierno.

MANUEL: Está en su punto justo de maduración.

DAMIÁN: Pasáme estas fotos ya.

JULIO: Les hago rebaja, tres dólares cada una, muchachos.

MANUEL: Qué forro sos, ¿eh? Cuando vean esto los pibes… Se mueren.

JULIO: Dame el teléfono que se van a terminar pajeando en el auto.

DAMIÁN: Pará, amargo, dejá ver un poco más.

JULIO: ¿Quieren más?

MANUEL: ¡Obvio!

Julio se ríe.

JULIO: Yo también quise más. No me alcanzó con las fotos, por eso pagué el acceso total a la cuenta y mensajería directa con ella.

MANUEL: ¿Le hablaste?

JULIO: Chateamos varias veces… Pasamos al WhatsApp y concertamos una cita.

MANUEL: No me digas que la viste. ¡La viste, hijo de puta! ¡La viste!

DAMIÁN: ¡Se la cogió! ¡Este hijo de puta se la cogió!

JULIO: ¡No, no, no la vi! Posta que no la vi. Pero la quiero ver…

DAMIÁN: ¿Dónde está?

JULIO: Vive en la villa.

DAMIÁN: ¿En La Angostura?

MANUEL: Me estás descansando, boludo. No puede ser. ¿En La Angostura vive?

JULIO: Hace como quince años.

DAMIÁN: ¿Es prosti?

JULIO: Re.

MANUEL: ¡Era verdad lo que decían, boludo!

DAMIÁN: No te lo puedo creer.

MANUEL: ¿Y no te reconoció?

JULIO: Nunca la vi, cruzamos mensajes nomás. ¿Querían saber a dónde íbamos? Ahí vamos. A La Angostura. A ver a la madre de Ernesto. Nos está esperando. Hace dúos, tríos… Lo que le pidas.

Silencio.

MANUEL: Pará. Pará, boludo, no es gracioso.

DAMIÁN: ¡Es espectacular!

MANUEL: ¡Pero pará, boludo, paren un poco! Frená.

JULIO: Es acá al toque. Ya casi llegamos.

MANUEL: Frená el auto.

DAMIÁN: Pero ¿qué te pasa, boludo?

MANUEL: ¡Frená, Julio!

Auto que se detiene. Silencio.

MANUEL: Boludo, no da.

JULIO: ¿Qué cosa no da?

MANUEL: No da, loco. No da.

DAMIÁN: No te vas a poner en moralista ahora, boludo.

MANUEL: Sí, loco, no da. Ernesto me está escribiendo, quiere saber dónde estamos… No da.

JULIO: Pero acabás de pedirme por favor que te pase las fotos.

MANUEL: Me estás enroscando, Julio. Una cosa es una foto y otra es acostarse con la madre de un amigo.

JULIO: ¿Cuál es la diferencia? ¿No dijiste que le ibas a hacer honor, que les ibas a mostrar las fotos a los pibes?

MANUEL: Sí, pero…

JULIO: ¿Pero qué?

DAMIÁN: Es el sueño del pibe, Manolo.

MANUEL: Son dos enfermos. ¿A qué mierda viniste, boludo? ¿A enfermarme la cabeza con tus fantasías retorcidas?

JULIO: Es prosti, man. Son quinientos dólares.

DAMIÁN: Ah, pará, una fortuna. No estoy para garpar nada, ¿eh?

JULIO: Yo invito.

MANUEL: No podemos hacer esto. No da. No le podemos hacer esto a Ernesto.

DAMIÁN: A Ernesto no le estamos haciendo nada.

MANUEL: Es la madre.

DAMIÁN: O sea, para entender: no te la cogerías, pero sí les mostrarías las fotos a los pibes.

MANUEL: ¡No es lo mismo!

DAMIÁN: ¡No seas hipócrita, Manolo! ¡Es lo mismo!

MANUEL: ¡No es lo mismo!

Silencio.

JULIO: ¿Cuál es la diferencia?

MANUEL: Una cosa es una fantasía y otra cosa es pasar al acto. Son cosas distintas.

JULIO: ¿Cuál es la diferencia entre el acto de pajearse con las fotos de una mina y el acto de cogerse a la misma mina?

MANUEL: No es lo mismo…

JULIO: ¿No te gustaría cumplir la fantasía del pendejo que fuiste? La verdad, Manolo… Si no querés, no lo hacemos, pero—

DAMIÁN: Yo sí quiero.

JULIO: Pará un poco, Damián… Pará un poco. Manolo, miráme. Posta te pregunto: ¿no querés cumplir la fantasía? La mina labura de eso, no le va a importar, es su trabajo.

Silencio.

JULIO: Queda entre nosotros.

MANUEL: No va a quedar entre nosotros. Alguno va a boquear.

DAMIÁN: Yo no.

JULIO: Yo tampoco.

Silencio.

MANUEL: ¿Lo juran?

JULIO: Te lo juramos por lo que quieras.

MANUEL: Jurá vos también, forro.

DAMIÁN: Te lo juro por mi hija.

Silencio.

MANUEL: OK.

JULIO: ¿OK?

MANUEL: OK, vamos.

Poco a poco, Julio y Damián comienzan a festejar. Manuel se suma al festejo. El auto arranca. Todos acaban gritando felices.

Sonido en fade out.

Transición. Momentos más tarde, música que suena en el auto. Los tres en silencio. Julio apaga la música y el motor.

JULIO: Nos bajamos la botella entera de mezcal.

Risas contenidas.

DAMIÁN: Había que juntar valor.

MANUEL: ¿Es acá…?

JULIO: Es acá, esta es la casa. Acá vive.

DAMIÁN: La teníamos en el pueblo de al lado y nunca lo supimos.

JULIO: ¿Vamos?

MANUEL: Vamos.

Sonido de los tres que descienden del auto. Puertas que se cierran. Pasos sobre la calle de tierra. Silencio sepulcral. Ruidos de bosque.

MANUEL: (Susurro). ¿Hay que tocar timbre o entramos de una?

JULIO: (Susurro). Hay que tocar timbre, no es un prostíbulo.

DAMIÁN: (Susurro). ¿Sabe que venimos?

JULIO: Sabe que viene un cliente, le dije un nombre de fantasía. No le iba a dar el mío…

DAMIÁN: (Susurro). Y no, más bien.

MANUEL: (Susurro). Tocá, boludo, dale.

JULIO: (Susurro). Tocá vos.

DAMIÁN: (Susurro). Son dos cagones, yo toco.

Sonido de timbre. Silencio. Carraspeos incómodos. Chirrido de la puerta que se abre. Una voz femenina saluda con intención.

ROXANA: Hola, buenas noches. Bienvenid—

La voz cambia abruptamente.

ROXANA: Julio, Damián… Chicos, ¿qué hacen acá? ¿Le pasó algo a Ernesto?

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