Esta edición en papel está en tus manos de milagro. El día que empezó la preventa, los lectores argentinos podían comprar un dólar con 30 pesos. El día que nos juntamos a proponer los temas, los editores podíamos comprar un dólar con 35 pesos. El día que los editores contactamos a los autores para proponer los temas, los autores podían comprar un dólar con 40 pesos. El día que los autores entregaron sus trabajos a diseño, nuestros diseñadores podían comprar un dólar con 45 pesos. El día que los diseñadores entregaron los originales a imprenta, el imprentero podía comprar un dólar con 50 pesos. El día que el flete nos dejó las cajas con las revistas flamantes, nosotros podíamos comprar un dólar con 55 pesos. Y el día que la revista llegó a casa de los lectores, los lectores podían comprar un dólar con 60 pesos. Es decir que, en el pequeño lapso de tiempo en que se pensó, se armó y se ejecutó esta edición, el producto final pasó a costarle a ustedes el doble, mientras que el trabajo de todos nosotros valía la mitad.
Hubiera sido imposible imprimir y distribuir un medio gráfico con semejante inestabilidad, pero sin embargo la Orsai número cinco ya está en casa de los lectores. Y ustedes no pagaron el doble por el producto, ni los autores cobraron la mitad por su trabajo. En este caso, la revista pudo ver la luz gracias a una única circunstancia: la existencia de benefactores. La comunidad Orsai cuenta con dos herramientas que este trimestre fueron vitales: fidelidad y amplitud. En el mes de julio, cuando iniciamos la preventa, más del veinte por ciento de ustedes reservó su ejemplar en menos de treinta y seis horas. (Eso es fidelidad). Gracias a eso pudimos pagar la imprenta y comprar el papel antes de que el precio del dólar se disparase en la Argentina. El resto del milagro lo generó la enorme geografía de la comunidad Orsai: un treinta y cinco por ciento de ustedes vive fuera de la Argentina y pagó la edición de este número en euros, dólares o libras, dándonos tranquilidad para el envío postal de los ejemplares a Argentina y el mundo. (Eso es amplitud). En esta edición de Orsai, entonces, los lectores más veloces financiaron el precio final de los perezosos. Y los lectores más lejanos financiaron el costo de envío de los cercanos.
Me parece importantísimo contarles esto antes de empezar la lectura. Que lo sepan y que lo valoren. Porque no solo se puede hacer poesía en word: también se pueden escribir versos en excel.
Que hoy, en medio del caos, los lectores tengan su revista con la calidad de siempre, que los autores hayan cobrado su trabajo a tiempo y que todo haya ocurrido con normalidad en medio de la gran tormenta mezquina y mediocre, eso, tiene la épica del soneto: una cárcel de sílabas, una jaula métrica absurda, un esfuerzo que no tiene sentido ni le importa a nadie pero que, cuando finalmente ocurre sin ripios, nos mejora la vida.
H.C.